México, Pesadilla Orwelliana

jueves, 15 de julio de 2021

La sociedad distópica que describe el novelista inglés George Orwell en su obra Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, se parece cada vez más a la realidad que se vive en México con la mal llamada 4ta. Transformación.

La novela describe a una sociedad que vive bajo un régimen totalitario donde todo es controlado por el partido oficial y se basa en el culto a la personalidad de su líder al que le llaman "El Gran Hermano" (Big Brother). La historia y la verdad son manipuladas a través de propaganda gubernamental y todos los medios de comunicación son controlados por el Estado a través de El Ministerio de la Verdad (Ministry of Truth) que altera datos a conveniencia, destruye la información que contradiga al gobierno, y decide lo que es verdad o lo que es mentira.

Existen otros 3 ministerios que al parecer se encargaban de lo opuesto a lo que indican sus nombres. El Ministerio de la Paz (Ministry of Peace) se encargaba de la guerra por la que se creía que estaban pasando y que por lo general era usada como distractor ante los múltiples problemas que había en el país; El Ministerio de la Abundancia (Ministry of Plenty) dedicado a controlar la frágil economía marcada por la carestía y escaséz; Ministerio del Amor (Ministry of Love) encargado de mantener la ley y el órden a base de persecución, amenazas, tortutas y desapariciones.

Dentro de este mundo imaginario, se promueve el pensamiento único, y no se acepta otro pensamiento que difiera de las ideas de El Partido. Para esto, existe una policía llamada "policía del pensamiento" (Thought police). Por todos lados se podían ver posters con la imagen de el líder que sugieren a la población que se porte bien porque El Gran Hermano los está vigilando. Todos los hogares cuentan con dispositivo parecido a un televisor (Telescreen) donde se transmiten diariamente los informes de gobierno pero que aparte puede ser utilizado para espiar y monitorear cualquier movimiento y conversación de las personas. 

En éste régimen ficticio se ha logrado modificar el lenguaje, limitándolo e inventando palabras nuevas con el objetivo de dificultar la creación de ideas y la comunicación entre las personas. Los diccionarios se editan contínuamente eliminando palabras inconvenientes e incluyendo otras que soporten las ideas del régimen. Las personas no se acuerdan cómo eran las cosas antes ya que sólo existe la versión oficial y poseer libros o libretas para escribir es castigado con trabajos forzados o incluso la muerte por lo que no queda registro alterno a la narrativa gubernamental.

Guardando todas las debidas proporciones, el régimen de la 4ta. Transformación pretende instaurar un gobierno autoritario donde todo sea controlado por el Estado. El culto a la personalidad del máximo líder queda en evidencia a diario. Cada mañana se informa a la población la infalibilidad y bondad absoluta de quien lleva los destinos de la nación. Todo lo que pasa en el país es gracias a ese gran líder que está presente en todos lados y a todas horas. En el gobierno no hay errores, no hay omisiones, sólo ataques de gente perversa que busca desestabilizar el paraíso prometido.

La historia y la verdad son manipuladas. Datos que no convienen son convertidos en otros datos aunque nunca se sepan cuáles son ni de dónde salen. La gasolina está mas barata que nunca porque no ha subido de precio en términos reales (lo que sea que eso signifique), aunque antes costara $18 pesos y hoy cueste $25; no hay inflación, pero la que hay, es normal y temporal; hay apagones, pero siempre ha sido así, es más, hay menos apagones ahora que antes, y los que hay ahora es por las reformas que hicieron los neoliberales que debilitaron a las empresas productivas del Estado; hay medicinas de sobra, aunque no haya, y aún si no hubiera, antes había menos, los que se quejan de la falta de medicina no son más que unos golpistas; la pandemia ha estado controlada desde el inicio, la curva aplanada, y aunque hay una cantidad de muertos que ronda el medio millón, hay otros millones de personas que no han muerto, y son más las que han sobrevivido que las que fallecieron, por lo tanto, la estrategia ha sido todo un éxito; la economía está mejor que nunca, aunque haya más desempleo, más pobreza, menos inversión, menos recursos; ya no hay masacres aunque diario masacren a decenas de personas y sea el sexenio más violento. La narrativa oficial cambia la historia, así, Tenochtitlán fue fundada antes de cuando la historia dice que fue fundada y todos lo males que aquejan al país es por culpa del pasado pero sobre todo de los conservadores. Todo lo que los demás hicieron estuvo mal y todo lo que el actual gobierno hace está bien. Por si fuera poco, hace menos de un mes se acaba de estrenar una sección semanal llamada "Quien es Quien de las Mentiras", esto dentro de la maquinaria propagandística del régimen conocida como la mañanera. Cada semana desde el gobierno deciden y denuncian cuáles noticias son falsas según sus propios criterios. Cualquier parecido con el Ministerio de la Verdad de la novela de George Orwell podría parecer coincidencia. 

Los opositores o críticos del gobierno son perseguidos y acosados. Varios periodistas han perdido sus espacios por presiones del gobierno, activistas opositores a proyectos del gobierno así como candidatos a puestos de elección popular (la mayoría de partidos de oposición) han sido asesinados sin que sus casos sean investigados o esclarecidos. Organismos de gobierno como el SAT, UIF y FGR han sido utilizados constantemente para amenazar a políticos y empresarios que no se alíneen  a los designios del todopoderoso líder. Los criminales, por el contrario, son invitados a portarse bien y se les trata mejor que a los integrantes de la sociedad de clase media que se atrevieron a darse cuenta de los fracasos de este gobierno y votaron en su contra.

Los institutos y programas creados en lo que lleva esta administración parecen ser lo contrario a la función para la cuál fueron creados. La Guardia Nacional y el Ejército se dedican a todo menos a grantizar la seguridad y la paz en el país, El Instituto de Salud para el Bienestar no cuenta ni con el presupuesto ni con reglas de operación para garantizar el acceso a los servicios de salud y medicinas que requiere la población, el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado, se roba lo que supuestamente tiene que devolver, y la Lotería Nacional para la Asistencia Pública, se ha vuelto la caja chica del gobierno para recaudar fondos para resolver problemas que según el gobierno no se tienen y para los cuales (también según el gobierno) hay suficientes recursos, pero aún así hay que rifar un avión que se iba a vender y sin que el premio sea un avión para obtener recursos. Ahora pretenden crear una empresa que se llame Gas Bienestar que, aparte de ser inviable porque ya existe una empresa que se llama así, pretende bajar el precio del gas, cuando han sido las políticas de este mismo gobierno las que han ocasionado que la producción y almacenamiento de gas en el país haya disminuído y, en consecuencia, el precio haya aumentado. Es decir, pretenden darle una solución a un problema que ellos mismos crearon y cuyo resultado probalemente sea en perjuicio de los consumidores.

Por otro lado, pudiera parecer exagerado, pero la iniciativa de el Padrón Nacional de Usuarios de Telefonía Móvil, no es más que el intento del gobierno de poder espiar a cualquier persona y de tener un dispositivo parecido al Telescreen. 

En cuestión de lenguaje, este ya ha sido modificado por las ocurrencias y dichos del mandamás en turno. Fifí, conservador, neoliberal, se han convertido ahora en insultos que limitan el intercambio de ideas. La corrupción tiene un significado diferente: cuando se trata de personas cercanas al régimen, dineros entregados en forma clandestina son aportaciones, las múltiples propiedades de los funcionarios de gobierno son producto del esfuerzo y trabajo, y su orígen no merece ser investigado ni cuestionado, ¡Ah! pero cuando se trata de un opositor, se le congelan las cuentas bancarias ante la menor sospecha, o se les acusa y se les encarcela aunque no haya pruebas de corrupción. Palabras como holístico, resiliencia y empatía son consideradas como palabras neoliberales y hasta se sugiere crear un diccionario para cambiarle la definición a esas palabras que incomodan al Gran Hermano que vive en el Palacio.

Quizá la parte más coincidente y aterradora entre la ficción de George Orwell y la pesadilla que se vive en México son los dos minutos de odio ó la semana del odio. Un ritual que se practicaba en el país descrito en la novela Mil Novecientos Ochenta y Cuatro. Esta práctica consistía en exhibír, todos los días por dos minutos, la imagen de una persona a quien se consideraba enemiga del régimen, quien aparte de ser acusado de traición, también era considerado como el culpable de todo lo malo que pasaba en el país, y los errores del gobierno se justificaban como un complot o sabotaje por parte de este enemigo. Durante la exhibición de la imagen de esta persona, la ciudadanía se congregaba para lanzarle insultos, gritos, descalificaciones, etc., es decir, genuina y prácticamentemente odiarlo.

En el régimen de la 4ta. Transformación, se exhibe a diario igual a jueces, intelectuales, políticos, periodistas y empresarios. Se les exhibe ante la sociedad con el único propósito de generar odio, y esto se puede constatar inmediatamente al leer los comentarios enardecidos que dejan las hordas de fanáticos del régimen en las redes sociales en contra de los denostados en la mañanera. El mensaje es claro, sólo se permite una sóla verdad, un sólo pensamiento. Quien piense diferente, quien se atreva a decir que las cosas no son como dice el gobierno, que el pasado no es o no fue como lo describe la narrativa oficial, quien se atreva a criticar al Gran Hermano, será perseguido, condenado, exhibido, acusado de traidor, se le culpará por todas las desgracias del país y al final será odiado por toda la sociedad.

Dicen que muchas veces la realidad supera la ficción y no estoy muy seguro que la realidad que se busca instaurar con el régimen de la 4ta. Transformación sea muy distinto de la ficción descrita en la novela Mil Novecientos Ochenta y Cuatro. Ojalá despertemos pronto de esta pesadilla, que despertemos antes de que de verdad, no nos acordemos de cómo eran las cosas antes, y nos convenzamos de que estamos mejor ahora aunque estemos peor que antes, y que la novela, en lugar se convierta en una historia de la vida real llamada Dos Mil Veinticuatro.